¿Sería válido afirmar que la vida tiene ritmos?
Si lo consultáramos con expertos astrólogos, seguramente nos darían una respuesta afirmativa pues según ellos nuestra vida está influenciada desde el momento de nuestro nacimiento por la luna, el sol los planetas y sus rotaciones y movimientos. Una respuesta científica nos dice que se han desarrollado comprobaciones que todos tenemos un biorritmo personal que va cambiando cíclicamente a lo largo del tiempo, generando períodos de más o menos energías. O bien si siguiéramos las enseñanzas del chamán Don Juan Mathus a Carlos Castaneda, aprenderíamos que nuestra energía es única, nos viene dada y lo que podemos hacer es recorrer el camino de la impecabilidad del guerrero para disponer en cada momento de toda la energía que tenemos disponible, lo cual implica entonces la aceptación de momentos más o menos energéticos.
O quizás simplemente revisando nuestra propia experiencia reconoceríamos en nosotros momentos en que nos sentimos con muchas ganas de hacer y salir al mundo y otros donde nos sentimos con menos energías para iniciar algo o para continuarlo.
La respuesta entonces a la pregunta inicial es afirmativa. La vida tiene por los motivos que fueran, ritmos personales para cada uno de nosotros, sean expansivos y de alta predisposición al hacer, buscar, crear y otros que nos invitan a una introspección, análisis y revisión.
¿Qué podemos hacer con los ritmos de la vida?
Me hace sentido el acompasarlos y dejarnos fluir con ellos sin resistirnos. Los ritmos altos nos engancharán con todo el potencial de creación, acción y decisión, y los ritmos bajos nos regalaran la posibilidad de reflexión, revisión y análisis. Si combinamos ambos, estaremos invitando secuencialmente a nuestro hemisferio izquierdo y derecho, y aprovechamos sus coordenadas, podremos extraer nuestro máximo potencial.
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